El 18 de marzo de 1861
el general Pedro Santana pone en manos del imperio español el destino de
República Dominicana, tras ejecutorias contrarias al interés nacional de los
gobiernos de Buenaventura Báez y del propio dueño de la Finca El Prado, como
fue la aplicación de políticas financieras perturbadoras, llegando a efectuarse
para esa fecha más de 30 emisiones monetarias sin respaldo. Esto significa que
la economía dominicana fue llevada a la ruina por los gobiernos entreguistas y
corruptos.
ara el año 1861 la
población dominicana total alcanzaba la cifra de 250 mil personas. Las
actividades productivas más importantes continuaban siendo el corte de madera
preciosa y la agricultura. La producción de tabaco se había elevado ese año a
80 mil quintales y la exportación del producto dejó un saldo de 700 mil pesos
fuertes. La miel de abeja y la cera habían logrado un sitial muy importante, ya
que para ese año se exportaron alrededor de 30 mil libras por un valor de 25
mil pesos fuertes.
La producción de otros
rubros como el azúcar, el café y el cacao comenzaron a repuntar, pero se
obtenían cantidades intrascendentes que sólo servían para abastecer el mercado
interno. La crianza de ganado vacuno había sufrido enormemente, en virtud de
los conflictos civiles y la guerra con Haití, que era el principal comprador de
las carnes que producía el país. Los cueros sí tenían una gran demanda en el
mercado europeo. Aunque existían minas muy ricas en oro, plata, sal y otros
minerales con importantes mercados en el exterior, los yacimientos mineros
estaban abandonados.
Al ser entregada República Dominicana a
los españoles, éstos impusieron medidas opuestas radicalmente a los intereses y
a las expectativas de los sectores productivos del país, de la pequeña
burguesía y de los sectores populares dominicanos.
Los peninsulares establecieron altas
tasas impositivas a los artículos de consumo masivo y tasas mayores para todas
aquellas mercancías que no eran importadas desde España o no eran transportadas
en embarcaciones españolas. Por ejemplo, las tasas que pagaban las mercancías
provenientes de España eran de un 9 por ciento, mientras que las mercancías
provenientes del resto de Europa y de otros países debían pagar un 30 por
ciento de aranceles.
Asimismo, se aplicaron gravámenes a los
beneficios obtenidos por los pequeños, medianos y grandes productores en sus
haciendas y propiedades, al tiempo que se creó el impuesto sobre la renta a los
sueldos y los salarios de los trabajadores y empleados públicos y privados.
El pueblo dominicano no estaba
acostumbrado a este festival de gravámenes, ya que, tal como nos revela el
general Gregorio Luperón (1992, Tomo 1: 80), hasta entonces en el país “no se
conocían más impuestos que los del papel moneda y la contribución aduanera,
cuya intangibilidad no se sentía”.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario