Tras el regreso de Cristóbal Colón a España de su segundo viaje al Nuevo Mundo, su hermano Bartolomé inició una exploración general de la isla que le llevaría a la costa sur por indicación de Miguel Díaz, un soldado español que, huyendo de la justicia castellana por participar en un duelo, se encontró por casualidad con gran cantidad de oro cerca de la desembocadura del río Haina.
La leyenda cuenta que en su huida conoció a una bella princesa india que quedó enamorada de él y con la que convivió durante algún tiempo, pero Miguel echaba de menos a sus compatriotas, y esto le tenía triste y melancólico. La princesa, de nombre Catalina, le preocupaba que esta tristeza le hiciera volver a la Isabela y para evitarlo y sabiendo qué era lo que más les gustaba a los europeos, le enseñó donde podía encontrar ese metal yg así atraerlos a su zona para que su amado se quedase junto a ella. No sabía que con ese gesto iba a provocar la fundación de la ciudad más importante durante el primer siglo de existencia del Nuevo Mundo.
Miguel marchó a la
Isabela para rebelar el magnífico hallazgo y de esta manera obtener el perdón
del Adelantado. Evidentemente fue perdonado a condición de que les llevase
hasta esas minas y poder comprobar que lo que contaba era cierto. Así fue como
llegaron a la costa sur de la isla Española y confirmaron que el río Haina transportaba
tanto orcogerse fácilmente con las manos y que por la zona había muchas más
minas.
La leyenda cuenta que en su huida conoció a una Miguel marchó a la
Isabela para rebelar el magnífico hallazgo y de esta manera obtener el perdón
del Adelantado. Evidentemente fue perdonado a condición de que les llevase
hasta esas minas y poder comprobar que lo que contaba era cierto. Así fue como
llegaron a la costa sur de la isla Española y
confirmaron que el río Haina transportaba tanto oro que podía cogerse
fácilmente con las manos y que por la zona había muchas más minas.
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